Este hecho obedece, a que el paso de los años trae cambios en la piel, como es el adelgazamiento de la misma, que conlleva a una pérdida de la función de los receptores cutáneos de la temperatura, lo que dificulta la percepción de la temperatura ambiente y, por tanto, la capacidad de afrontar los cambios bruscos de temperatura. De ahí la necesidad de vigilar con mayor cuidado la temperatura de las casas en las que viven personas mayores, la temperatura del agua con la que se bañan, la ropa que usan.
A medida que disminuye la temperatura ambiental aumenta el riesgo de enfermedades. Cuando las temperaturas son bajas, el organismo reacciona perdiendo calor; y esto causa una contracción de los vasos sanguíneos que irrigan la piel para tratar de mantener la temperatura corporal. Ello obliga al corazón a bombear más sangre y se produce un aumento de la presión arterial (hipertensión), que conlleva un incremento del riesgo de sufrir un accidente cardiovascular. También la artrosis empeora con el frío y de forma especial con los cambios bruscos de temperatura.
Algunas patologías propias de los adultos mayores, como la diabetes o el hipotiroidismo favorecen el hecho de que el cuerpo no pueda mantenerse caliente, aumentando la sensación de frío.
Todas estas circunstancias pueden incrementar la sensación de frío de las personas mayores y hacer que su cuerpo se enfríe hasta el punto de llegar a formas leves de hipotermia sin necesidad de estar al aire libre. En este caso se presentan unos síntomas reconocibles, como somnolencia, respiración superficial, confusión, pulso débil, rigidez en las extremidades y dificultad para moverse.
Por bienestar y salud para nuestros adultos mayores usa agua caliente en sus duchas. Nuestros calentadores clasic tienen regulada la temperatura