Bajo el microscopio, los coronavirus parecen estar cubiertos con agujas puntiagudas, lo que les da la apariencia de tener una “corona”, de ahí su nombre. Debajo de la corona está la capa externa del virus, que está compuesta de lípidos, o lo que tú y yo llamaríamos grasa.
Ahora imagina que el coronavirus es tu plato para la mantequilla, cubierto con grasa mantecosa.
“Intentas lavar tu plato de mantequilla solo con agua, pero esa mantequilla no sale del plato”, explicó Williams. “Se necesita un poco de jabón para disolver la grasa. Por lo tanto, el jabón o el alcohol son muy, muy efectivos contra la disolución de ese recubrimiento líquido grasiento del virus”.
¿Qué le pasa al germen si pierde esa capa externa?
“Inactiva físicamente el virus, por lo que ya no puede unirse y entrar en las células humanas”, dijo Wllliams.
La forma en que el jabón logra esta hazaña es una ciencia bastante extraña y fascinante.
Se trata de cómo se forman las moléculas de jabón: cada una se parece mucho a un pequeño espermatozoide, con cabeza y cola. La cabeza se adhiere al agua pero la cola la rechaza, prefiriendo el aceite y la grasa.
Tratando frenéticamente de escapar del agua, la cola del jabón se hunde en la capa externa grasa del virus y comienza a abrirla, al igual que podríamos usar una palanca para separar dos pedazos de madera.
Una vez que el virus o la bacteria se abre, derrama sus tripas en el agua jabonosa y muere.
El agua y el lavado con las manos son importantes para este proceso porque la combinación crea más burbujas de jabón, que interrumpen los enlaces químicos que permiten que las bacterias, virus y otros gérmenes se adhieran a las superficies.