En la avanzada industria del gas natural, la máxima prueba de seguridad es la del olfato humano. El gas natural no tiene olor, y una fuga podría pasar inadvertida y provocar una explosión. Pero se le agrega olor MERCAPTANO, para que en una emergencia el olor permita advenir que hay fuga.
Un escape de gas es peligroso, por ello las empresas distribuidoras le han otorgado olor a ácido sulfúrico mediante la adición de mercaptanos o tioles, con el objetivo de que nuestro olfato sepa que algo va mal. Y precisamente dicha capacidad para oler estos minúsculos compuestos ha sido analizada por los neurobiólogos de la Universidad de Albany, cuyo estudio se ha publicado en el Journal of the American Chemistry Society.
la nariz humana posee receptores olfativos específicos, para cumplir varias de las funciones de supervivencia. Los receptores se encuentran en unas neuronas especiales, llamadas neuronas sensoriales olfativas, recubriendo nuestra nariz. Dichas neuronas son responsables de detectar las moléculas de nuestro entorno, enviando mensajes a nuestro cerebro para poder procesar los olores.
En este caso, y según el estudio, el receptor más sensible al “olor a podrido” sería el receptor OR2T11.
Pero eso no es todo, y es que este receptor junto a la presencia de iones de cobre en el moco protector de nuestra nariz nos ayuda a amplificar más si cabe el olor de los compuestos volátiles o tioles (responsables del olor a huevos descompuestos del que hablamos