La temperatura perfecta para limpiar en profundidad sin desequilibrar los niveles óptimos de nutrientes que mantienen nuestra piel saludable, es de 30grados centígrados evitando cambios bruscos de temperatura que, al contrario de favorecerla, le producen estrés y pérdida de equilibrio.
Se puede optar por la temperatura media para evitar el agua fría o helada. El agua templada no altera los aceites de la piel y, junto con el jabón o una crema, sirve para eliminar hasta la suciedad más profunda.
Si el agua que utilizas en el momento del desmaquillado está demasiado fría no conseguirás eliminar toda la suciedad, ya que la baja temperatura la endurecerá y hará que sea más difícil que se desprenda de la piel. Y, a pesar de que nuestras abuelas defendían que lavarse la cara con agua fría mantenía el rostro joven, “la contracción del rostro que esta provoca puede hacer que los capilares de las pieles sensibles lleguen incluso a romperse y en pieles acneicas la vasoconstricción por el cambio de temperatura produce una mayor segregación de sebo”,